jueves, 29 de mayo de 2008

EL CONTEXTO HISTÓRICO


Alfonso XIII obtuvo algo más que un trono cuando fue coronado Rey de España: un país atrasado y todavía aturdido por el desastre de 1898. Asimismo, el rebrote de antiguos conflictos internos y determinadas situaciones sociales crearon el ambiente necesario para que la sociedad española se convirtiera en un mosaico de pensamientos y tendencias políticas, ya que algunos estratos sociales no se sentían representados en el sistema bipartidista. La neutralidad española durante la I Guerra Mundial favoreció el enriquecimiento de los industriales, aunque las clases obreras — el campesinado en especial— no percibieron ninguna mejora en su pésima situación; más bien al contrario. De la misma forma, las consecuencias de la prolongada guerra de Marruecos sobre el proletariado, que fue utilizado como carne de cañón, ahondó aún más la brecha entre políticos y ciudadanos. Por otro lado, el auge del nacionalismo catalán, que encontró en la burguesía catalana un promotor vigoroso al tiempo que precavido en cuanto a sus intereses, fue interpretado por muchos como una amenaza grave a la unidad de España. En definitiva, una situación compleja que dio al traste con la democracia liberal y que fue, en mi opinión, el abono ideal para el advenimiento de la república y el posterior estallido de la guerra civil.
A pesar de que Algún día es una novela histórica, prioricé la narrativa sobre la historia. Ello no implica que el contexto histórico se difumine en las peripecias de los personajes, porque ellas son en gran medida las responsables de la trayectoria de cada uno de ellos y están circunscritas a una época determinada. Sin embargo, y para evitar explicaciones farragosas que fácilmente conducen a la confusión, utilicé los diálogos de nuevo. Un ejemplo pueden encontrarlo en la página 330 de la novela, en la que uno de los protagonistas (Jorge Williamson) conversa con su padre sobre la situación política. Se trata de unas pocas líneas en las que reflejo la postura de los patronos, y por extensión la burguesía barcelonesa, respecto a la incertidumbre que impone la debilidad del Gobierno. Escribir una novela histórica tiene varias ventajas aunque también muchos inconvenientes y riesgos, que pueden salvarse si se dosifican adecuadamente dos elementos: realidad y verosimilitud.
La historia, como ciencia, es un concepto objetivo que debe guiar el trabajo de los historiadores; por el contrario, una novela, en cuya configuración narrativa siempre interviene la imaginación, es subjetiva. Un historiador puede examinar, deducir, vislumbrar y suponer; pero no puede inventar. En contraste, un novelista está obligado a ello, porque trata de iluminar facetas de la historia que pueden pasar inadvertidas y deben desvelarse para lograr la conexión entre las experiencias de los personajes, el contexto histórico, la trama y el lector. Si «la pieza verosímil» ha encajado en el rompecabezas, estoy seguro de que los vacíos que encuentran los historiadores pueden llenarse; ahora bien: ¿con realidad o verosimilitud? El lector es el que debe juzgar.

Foto: Alfonso XIII (1886- 1941). Joaquín Sorolla, 1907.